sábado, 12 de abril de 2014

Jaime Siles


Es un poeta nacido en Valencia en 1951. Ha sido galardonado con varios premios. Entre ellos, el “Premio Ocnos”, el “Premio de la Crítica” y la primera edición del “Premio Generación del 27”.
Entre otras, tiene las siguientes obras: “Alegoría”, “Música de agua”, “Himnos tardíos”, “semáforos, semáforos” y “actos del habla.”
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Biografía

Mi ayer son algas de pasión,
luces de espuma.
Y una arena insaciable que devora
los cuerpos submarinos.
Un cielo blando donde beben
las palomas sin rumbo del estío.

J. Siles
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Curiosa estrofa de seis versos, donde conviven en feliz armonía los endecasílabos con los de nueve, siete y cinco.
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Acis y Galatea
Ese cuerpo labrado como plata,
ese oro, esa túnica, esa piel,
ese color que tiñe la escarlata
corola del pistilo de un clavel;

ese cielo de cárdenos espacios,
esa cerne que tiembla en el vaivén
de las rodillas y de los topacios
nos dicen que este cuadro es de Poussin.

El resplandor del sol en los minutos
del gris del agua sobre el gouache del gres,
el césped de corales diminutos
que puntean las puntas de los pies;

el placer de los vicios absolutos,
el maquillado estambre, el cascabel
de sus tacones, los ojos resolutos
disueltos en vidrieras de bisel;

las dunas de su cuerpo y esas manos
que la luz difumina en el papel
de este poema dicen que eran vanos
ese oro, esa túnica, esa piel.

La chica que los mira aquí a mi lado
es más real que el lienzo y que el pincel;
hace un gesto de geisha emocionado,
más certero, m´s cierto, más rimado
de rimmel que la estrofa del clavel.

El cuadro del museo que miramos
No está en la sala, ni en Louvre, ni en
la Tate Gallery, el Ermitage o Samos,
y no es –ni por asomo- de Poussin.

El cuadro del museo que miramos,
Acis y Galatea, ella y él,
Somos nosotros mismos mientras vamos
-ojo, labio, boca, lengua, mano-
sobre la carne del amor humano
ensortijando flores, cuerpos, ramos
de un verano mejor que el del pincel.

J.Siles


Original estructura en la que dominan los perfectos serventesios. Se ha permitido intercalar una estrofa de cinco y terminar con otra de siete, en eficaz rima.
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Himno a Venus

Amor bajo las jarcias de un velero,
amor en los jardines luminosos,
amor en los andenes peligrosos
y amor en los crepúsculos de enero.

Amor a treinta grados bajo cero,
amor en terciopelos procelosos,
amor en los expresos presurosos
y amor en los océanos de acero.

Amor en las cenizas de la noche,
amor en un combate de carmines,
amor en los asientos de algún coche,

amor en las butacas de los cines.
Amor en las hebillas de tu broche,
gimen gemas de jades y jazmines.

J. Siles
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Perfecto y bonito soneto.
Sobresale la anáfora como recurso de estilo (“Amor en”).
Mención especial para la aliteración como recurso, con efecto sonoro extraordinario: “Amor en los expresos presurosos” / “gimen las gemas de jades y jazmines”.
El escritor y músico Juan D’Ors ha montado este magnífico vídeo a partir del poema.


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viernes, 4 de abril de 2014

Trotaconventos del Arcipreste de Hita

Siguiendo con el Planto por la muerte de la Trotaconventos del Arcipreste de Hita:

(...)
Los ojos que eran bellos los vuelves hacia el techo
y, de pronto, los ciegas, ya no son de provecho;
enmudeces el habla, enronqueces el pecho,
en ti todo es maldad, pesadumbre y despecho.

El oír y el oler, el tañer, el gustar,
todos los cinco sentidos los vienes a tomar,
no hay nadie que te sepa bastante denostar.
¡Cuánto mal de ti dicen donde llegas a entrar!

Odias la lozanía, al mismo oro oscureces,
toda obra deshaces, la alegría entristeces,
ensucias la limpieza, cortesía envileces.
¡Muerte, matas la vida y al amor envileces!

Vuelve remarcar la pérdida de los placeres terrenales y de los sentidos, así como de las cualidades, de las virtudes y del mismo amor.

...............

Tan osada es la muerte que no respeta ni al mismo Hijo de Dios. Pero Cristo se venga de la muerte y la vence, posibilitando la vida y salvación de sus creyentes:

(...)
Al Señor que te hizo ¿hasta a Él le mataste!
¡Jesucristo, Dios y hombre, también le atormentaste!
Cielo y tierra le temen, mas tú, atrevida, osaste
infundirle temor y su faz demudaste.

(...)
A los santos cautivos en tu mala morada,
por la muerte de Cristo, la vida les fue dada.
Fue, por su santa muerte, tu casa despoblada;
con su muerte, poblarla quisiste y fue arrasada.


Tan osada es la muerte que no respeta ni al mismo Hijo de Dios. Pero Cristo se venga de la muerte y la vence, posibilitando la vida y salvación de sus creyentes.

.................

 
(...)
Damas, no os enojéis ni me llaméis chicuelo;
si la hubierais tratado también haríais duelo,
lloraríais por ella, por su sutil anzuelo;
cuantas quería iban tras ella por el suelo.

La mujer alta o baja, encerrada, escondida,
ninguna le fallaba cuando iba de batida;
el hombre y la mujer, por la vieja perdida,
sufrirán gran tristeza y pesar sin medida.

Yo escribí un epitafio pequeño, con dolor
la tristeza me hizo ser rudo trovador.
Aquellos que lo oyeren, por Dios Nuestro Señor
una oración ofrezcan por la vieja de amor.


Estas estrofas son básicas en todo “planto”. Son el panegírico de la difunta. Se lamenta por la pérdida del servicio humano que proporcionaba aquella mujer y que todos lamentarán también cuando lo sepan.